Desde que el hombre despertó al razonamiento y tomo consciencia de ser, ha levantado la mirada hacia el cielo estrellado, buscando respuestas sobre su posición en el Universo y sobre el significado de su existencia. La astronomía nos ha revelado la inmensidad del cosmos que se extiende más allá de lo que nuestra mente puede concebir. Si bien, esta magnificencia exterior nos hace sentirnos pequeños, al mismo tiempo, comprendemos que somos parte de aquello, una parte pequeñita, pero, parte al fin, de algo increíblemente grande, maravilloso e incomprensible para nuestra mente racional. Esta sensación nos inspira a explorar, a aprender y a tratar de trascender nuestras limitaciones al darnos cuenta de nuestra potencialidad; si somos parte del misterio, quiere decir que compartimos sus características y nos asaltan las preguntas: ¿hasta qué punto?, ¿somos infinitos?, ¿somos inmortales?, ¿somos cocreadores?
A través del arte, la religión, la filosofía y la ciencia, exploramos estos misterios en un intento por comprender nuestra existencia y encontrar un sentido más profundo en el tejido del cosmos y es a través del campo cuántico –también conocido como campo de punto cero, concepto fundamental en la física cuántica–, por donde la ciencia nos enseña que somos una sola cosa, que nos encontramos unidos, humanos, naturaleza, el resto del Universo o Universos, unidos en un solo destello de energía y que todo lo que vemos, sentimos y creemos que existe, son solo variaciones de la energía básica compuesta únicamente de micropartículas fundamentales como electrones, fotones, quarks, etc. Las interacciones entre estos campos dan lugar a todas las fuerzas fundamentales de la naturaleza y son descritas por la teoría cuántica de campos, que es una de las teorías más exitosas y precisas en la física moderna.
Frente a estas formidables incógnitas, el hombre se formula otra, aún más inquietante:
¿puede la mente humana influir de manera alguna en las variaciones de la energía básica a fin de modificar la realidad material en que él se desenvuelve o existe un determinismo invariable que nos conduce, como en un vagón de una infinita montaña rusa que nunca se detiene?
La idea de que la mente humana puede influir en las circunstancias de la vida es compleja y multidimensional, con perspectivas que van desde la ciencia hasta la filosofía y la espiritualidad. Aunque hay evidencia de que nuestros pensamientos y acciones pueden afectar nuestra percepción y respuesta a las circunstancias, la naturaleza exacta y el alcance de esta influencia, a nivel cuántico, siguen siendo temas de investigación y debate.
No obstante, aun cuando no comprendamos del todo el misterio que nos rodea, hay muchas formas en que una persona puede encontrar significado, conexión y satisfacción en la vida, tales como conectarse emocionalmente con las personas que lo habitan; construir relaciones significativas con amigos, familiares y la comunidad; aprender constantemente sobre diferentes aspectos del mundo. Trabajar en proyectos que beneficien a la comunidad puede ayudar a una persona a sentirse más conectada y comprometida con su entorno a través del arte, la música, la escritura u otras formas de expresión que le permitan transmitir ideas y emociones, la autorreflexión y la autoexploración para llegar a un mayor entendimiento personal y a una comprensión más profunda de uno mismo y del mundo que nos rodea.
Por último, lo que nos deja muy claro este tipo de conocimiento, es que atentar con violencia contra el planeta u otro semejante, es atentar contra el todo y consecuencialmente contra sí mismo.
Nelson Hidalgo Concha
Ex Académico y Vicerrector de la Universidad Tecnológica Metropolitana, Chile.